Al hilo de lo que publicaba ayer...
Los Secretariados de catequesis de Galicia se han unido para dirigir una carta a las Familias.
En la carta pone lo siguiente (traduzco al castellano):
Queridos padres, madres y familiares próximos de los niños y jóvenes en edad de iniciarse en la fe cristiana.
Los miembros del Equipo de las Delegaciones de Catequesis de Galicia por medio de esta carta quisiéramos aproximarnos a vosotros, desde una actitud humilde, fraterna y comprensiva con las limitaciones y dificultades con que todos nos encontramos y con el fin de compartir con vosotros algunas reflexiones y consejos con vistas a una mejor realización de la tarea que nos une: la de procurar ayuda para formar cristianos adultos en la vivencia de la fe.
En un primer vistazo sobre la realidad, se observa que, a menudo, la asistencia a catequesis se ve como una obligación impuesta "por los curas" para poder recibir la Primera Comunión - que en no pocos casos es también la última - o para confirmarse y no tener mayores inconvenientes para hacer de padrinos o madrinas. Por el contrario, no siempre se ve como un medio para ir formándose en los conocimientos referentes a la fe y educándose en los valores del Evangelio al mismo tiempo que esos conocimientos y valores permiten ir descubriendo a Dios, encariñándose con Él y teniéndolo como Padre cariñoso y modelo a seguir.
La iniciación en la fe que, como toda verdadera iniciación en algo que puede y debe comprometer la propia vida e incidir en el bien de la comunidad, necesita una programación, una acomodación a las circunstancias personales desde la fidelidad al Evangelio, un proceso, unos tiempos, unos objetivos, unos medios, un acompañamiento.
Pero es, lo que se ve como bastante lógico en otros campos, no siempre se ve como necesario en el ámbito religioso y los resultados son reducir la recepción de los sacramentos de iniciación: Bautismo, Eucaristía y Confirmación a actos sociales vacíos de su verdadero sentido, sin trascendencia religiosa para quien los recibe y sin continuidad en la vivencia de la fe con vistas a que esa vivencia vaya creciendo acorde al desenvolvimiento de la persona.
En todos los campos de la educación, la implicación y el acompañamiento de los padres y de la familia en general es fundamental e imposible de suplir. Si esa implicación falta, nada podrá sustituirla. Y lo que aún sería peor: si las orientaciones - o desorientaciones - de las familias van en dirección opuesta a las de otros estamentos educativos, las tensiones para quien se está educando aumentan día a día y, por el contrario, los buenos resultados disminuyen.
Malamente podrá llegar a tener aprecio por las matemáticas, la lengua, la naturaleza o la historia quien percibe alrededor de sí mismo, el desprecio por estas ramas necesarias del saber. Pues lo mismo es aplicable al campo religioso.
La familia no acostumbra a disponer del tiempo necesario para una educación completa en todos los ámbitos, ni tampoco de los debidos conocimientos, por eso se hacen necesarios los centros de enseñanza y la catequesis parroquial o comarcal; pero aún aquellos padres, madres u otros familiares menos preparados a nivel teórico tienen una intuición e un potencial insustituible que es de gran ayuda, interesándose, valorando e impulsando lo que se hace fuera del ámbito estrictamente familiar.
Esta carta no pretende ser un curso ni una escuela para padres, ni abarcar toda la complejidad de lo que nos ocupa y preocupa.
Nos contentamos con que sirva de reflexión compartida, de base para conversaciones con otras personas que puedan aportarnos algo desde las mismas inquietudes y de estímulo para que juntos podamos apoyarnos en la tan noble y valiosa misión de la educación en valores y vivencias de la fe cristiana de las nuevas generaciones.
Ciñéndonos, ya para terminar, a la educación religiosa, quisiéramos insistir en: ALGUNOS CONSEJOS PRÁCTICOS.
- Es fundamental la valoración personal y el convencimiento de que la fe cristiana es un verdadero tesoro, pero que lo llevamos en débiles vasijas de barro.
- El clima más adecuado para que germine la semilla de la fe en los más nuevos es un ambiente de atención, de interés y mismo de cierta expectación, porque lo que queremos transmitirles es importante y trascendental para su vida.
- El testimonio personal, que se manifiesta en la ejemplaridad, en la coherencia y en el respeto, es lo que hace de todo educador un buen sembrador.
- De la misma manera que un ambiente en contra puede ser altamente destructivo, una comunidad cristiana cálida de referencia arropa y construye.
- La oración y la celebración comunitaria de la fe son como la lluvia y el sol sin los que ninguna semilla puede llegar a madurar.
- Sin catastrofismos, pero con realismo, no se debe olvidar que no faltan enemigos que, amparados en la noche, siembran malas hierbas en medio del trigo.
- Pero, si somos personas de fe y confianza en Dios, no perderemos el convencimiento de que el Gran Amigo y su Santo Espíritu velan y cuidan noche y día la semilla del bien.
Que ellos nos guíen, nos ayuden, nos conforten y hagan fructífero nuestro trabajo educativo.
Con cariño,
Adjunto, a continuación, las imágenes de los originales.
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