Como decíamos ayer...
Hace unos días, en una entrada titulada Catequesis ideal, hablaba de las preocupaciones del catequista cuando comienza un nuevo curso, y subrayaba que uno de ellos era el tema de los materiales.
No esperéis una recomendación mía referida a este o aquel manual de catequesis, libro de actividades o colección de fichas...
Para mí, como catequista, cualquiera de los materiales es digno de alabar, pues detrás suyo se encuentra un largo camino y esfuerzo por parte de quienes lo llevaron a cabo.
Lo que sí pienso es que, cada uno de los materiales está realizado por y para un determinado grupo de personas, con unas características similares, pero, como en todo, hay excepciones en esas similitudes, e, incluso, el propio catequista puede no sentirse identificado con la forma de organizar, el lenguaje, la imagen...
Así, cada catequista debe profundizar en los materiales que a su disposición hay para el nivel que le corresponde, y hacerlos suyos; mejorarlos, si es posible, y transmitir la fe de la manera más clara posible. Atrás quedó el tiempo de las complejidades conceptuales, y de la dinámica de memorización porque sí.
Desde mi humilde punto de vista, creo que en nuestro mar hay demasiados peces, y no podemos ver con claridad. Me explico: prácticamente, cada diócesis española publica unos materiales determinados basados, sobre todo, en el catecismo Jesús es el Señor, editado por la Conferencia Episcopal Española. Además, muchas parroquias y catequistas, publican en la red numerosas fichas, dibujos, dinámicas... De las que los demás podemos servirnos.
Para aquellos que no acceden a la red, en las librerías diocesanas se pueden encontrar la práctica totalidad de los materiales, y si no es así, facilitan la posibilidad de conseguir esos materiales.
Y, si todo ello nos queda muy lejos, lo mejor que podemos hacer es preguntar a quien sabe: sacerdotes, otros catequistas, formadores de catequistas con los que nos encontremos en las escuelas de formación, etcétera.
Lo que quiero decir es que, lo principal es la formación, el testimonio y la predisposición del catequista para transmitir el Evangelio, para mostrar a Jesús de Nazaret. Pues, el Espíritu, si tiene donde anidar, dará sus frutos.
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