PADRE NUESTRO, AVE MARÍA.
Como saludamos a Dios, Padre nuestro,
saludemos a nuestra Madre en la misma invocación.
Padre nuestro, que estás en el cielo.
Dios te salve, María, llena eres de gracia.
Tengamos conciencia de la presencia del Reino de Dios en nosotros,
a través de la señal de su presencia en María.
Venga a nosotros tu reino.
El Señor es contigo.
La santidad de Dios se proyecta en nuestra vida,
así como se proyectó en MAría.
Santificado sea tu nombre.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres,
porque dijiste: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra".
Recibamos los dones de Dios, así como los recibió María y nos los dio:
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Todos nosotros somos, como María,
corredentores y obreros de reconciliación:
Perdona nuestras ofensas
como también nosotros personamos a los que nos ofenden.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores.
La protección de Dios es una constante en nuestra vida,
a la cual respondemos con nuestra fidelidad:
No nos dejes caer en la tentación.
Y líbranos del mal.
Ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
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