Como dice aquella canción... "Hay días en los que la vida se llena de porqués; la esperanza se preocupa por quererlos resolver..." Pero siempre tenemos que buscar la salida en ese valor que no se ve.
CUENTO
UN
CORAZÓN CONVERTIDO EN NIDO
Eliana
Araneda de Palet
Anoche soñé que estaba en el campo, jugando con
mis primos a elevar volantines y a trepar por todos lados. Agotados de tanto
correr y brincar, nos tendimos sobre el pasto verde y nos pusimos a observar
los pájaros que volaban sobre nuestras cabezas. De repente sentí que mi corazón
que latía muy rápido se transformaba en un nido, en un nido tibio, suave y
mullido. “Mi corazón se quedó quieto, muy quieto“exclamaba yo sorprendido. “Mi
corazón se quedó quieto, paró de latir y se convirtió en un nido; tiene forma
de nido, tiene color de nido, tiene tamaño de nido y está esperando a que un
pajarito venga a vivir en él”.
¿Era yo un árbol acaso? ¿Era yo un niño?, ¿Por qué
en vez de corazón tenía yo un nido? En ese momento me asusté mucho porque yo
quería seguir siendo niño no árbol. Estaba a punto de llorar cuando de repente
sentí que a mi nido llegaba una palomita blanca, blanca como la nieve y muy
linda.
“¿De dónde vienes tú”? le pregunté todavía un poco
asustado. Y curiosamente la paloma me respondió con una voz muy suave y amable:
“Vengo del cielo a vivir contigo, siempre que tú
me invites a quedarme en tu corazón”. Y yo, muy afligido y confundido le
contesté:
“Es que ahora en vez de corazón, tengo un nido.”
Pareció que no le importaba mucho lo que le dije. Y continué “En realidad,
pensándolo bien para ti que eres un pájaro resulta mejor un nido que un corazón
¿verdad?
“La verdad es que para mí resulta bien un corazón
o un nido. La cosa es que aceptes que yo me instale a vivir contigo, me
contestó la paloma.
“Por supuesto que me gustaría que te quedaras
conmigo para siempre, serías mi amiga y mi compañera, irías conmigo a todas
partes, podríamos conversar en cualquier momento. Como vienes del cielo me
aconsejarías cómo hacer las cosas bien y yo me podría convertir en un niño
alegre, servicial, cariñoso, obediente, solidario y amable” Mis papás y mis
profes estarían contentos conmigo y yo más contento con ellos.”
“A todo esto no te he dicho mi nombre. Me llamo
Felipe y tú ¿tienes nombre? “le pregunté curioso. “Yo soy el Espíritu Santo,
enviado por el Padre y tu amigo Jesús para que viviendo conmigo no te olvides
jamás de ellos”
En ese mismo momento desperté bruscamente y
recordé la clase de ese día en que la tía nos había hablado de Pentecostés. No
lo puedo explicar pero luego de despertar sentí una alegría inmensa y una paz
increíble en mi corazón. Me sentía un niño bueno, bueno y feliz
¿Será que el Espíritu Santo nos transforma por
dentro y nos hace ser buenas personas?
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