Historias para "sí" dormir...
Érase una vez una isla donde habitaban todos los sentimientos: la alegría, la tristeza y muchos más, incluyendo el amor. Un día se avisó a los moradores de que la isla se iba a hundir. Todos los sentimientos se apresuraron a salir de la isla, se metieron en sus barcos y se prepararon para partir, pero el amor se quedó solo, porque quería quedarse un rato más con la isla que tanto amaba, antes de que se hundiese.
Cuando, por fin, estaba ya casi ahogándose, el amor comenzó a pedir ayuda. En eso venía la riqueza, y el amor le dijo:
- ¡Riqueza, llévame contigo!
- No puedo, hay mucho oro y plata en mi barco, no tengo espacio para ti.
Entonces pidió ayuda a la vanidad, que también pasaba por allí.
- ¡Vanidad, por favor, ayúdame!
- No te puedo ayudar, amor. Tú estás todo mojado y vas a arruinar mi barco nuevo...
Entonces el amor le pidió ayuda a la tristeza.
- Tristeza, ¿me dejas ir contigo?
- ¡Ay amor! Estoy tan triste que prefiero ir solita.
También pasó la alegría, pero ella estaban tan alegre, que ni oyó al amor llamar. Desesperado, el amor comenzó a llorar. Entonces fue cuando una voz le llamó:
- Ven amor, yo te llevo.
Era un viejecito, pero el amor estaba tan feliz que se le olvidó preguntarle su nombre. Al llegar a tierra firme le preguntó a la sabiduría.
- Sabiduría, ¿quién era el viejecito que me trajo aquí?
La sabiduría respondió:
- Era el tiempo.
- ¿El tiempo? Pero, ¿por qué sólo el tiempo quiso traerme?
La sabiduría respondió.
- Porque sólo el tiempo es capaz de ayudar y entender a un gran amor.
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